domingo, 5 de octubre de 2008

Viaje al interior del ojo...

Viaje al interior del ojo, túneles de carne, de a poco, introduciéndose en lentas porciones, comiéndonos los cuerpos para saciar hambre de siglos, veo la unión entre todas las cosas, pero no puedo ver la red invisible, me toco la panza, un hueco, parir un guachito en medio de la selva, porque él es selva, es río, árboles, tierra, intuyo a mis hijos en una gota de agua, en las estrellas parpadeantes, amanece, lejos. Duerme, duerme, y yo miro todas sus fotos.
Luego de algunos problemas de aterrizaje volvemos al suelo sin más daños que unos cuantos moretones y rasguños. Arañas en las manos y las miro pero no están, y lo sé antes de mirar. Duerme, duerme, la planta nos ha dado lo mejor de sí y ahora transpira en su jaula de cristal.
Afuera los murciélagos chillan, impacientes, él en sus fotos sosteniendo una boa, hermoso mío, solo en su casa sin muebles, es bueno, pero su cara muta y da miedo. De repente lo veo todo tan claro, lo único que hacemos es movernos entre dolor y no-dolor, sólo hay algo certero: el sufrimiento.

Con el floripondio la boca se seca como si estuviera llena de pegamento, aunque se tome agua, el alivio es mínimo, la garganta se cierra. Intentamos comer un sánguche sentados en una esquina pero fue imposible tragarlo. Sentíamos muchísimo sueño, cansancio en los músculos. Dormimos toda la noche desnudos, abrazados. Nos despertamos por la luz, estaba lloviznando.
Cuando él entró a ducharse, yo me senté en el balcón, escuchando los autos a lo lejos. Tuve la seguridad de que así sería la vida con él: en calma, con el sol quemándonos la cara y el amor cubriéndolo todo con un fino baño de ámbar.
Mi duda fue si sería una vida real o sólo un flashback de las drogas. Son un atajo, un atajo a un lugar copado. El efecto dura muy poco, pero mientras ocurre sos feliz. Después, explotás como una burbuja en el aire.


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