domingo, 10 de febrero de 2008

Se acabó el amor


A veces cuando las cosas son tan claras, sobran las palabras.
Película memorable: "Closer", se nota que es una obra de teatro llevada al cine y el texto es por momentos sublime.

Casi sobre el final, cuando la suerte parece estar más que echada y resuelta. Natalie Portman y Jude Law en la habitación de un hotel. Los dos tirados en la cama. Ella, la completa felicidad, hablan, él le dice que la corresponde, que parece que quisiera decírselo con todo el cuerpo, pero no, algo no anda bien. Se levanta, va hacia la ventana, abre las cortinas de par en par, se queda un rato y sale de la habitación. Mientras estaba en la habitación, ¿pensaba en ella?, ¿pensaba en él y su destino?, ¿es éste el destino que elige para él? No está seguro de nada, camina con su piloto por el pasillo, va a tomar el ascensor, se mira en el espejo, se reconoce, se repudia con la mirada, ¿se odiará por lo que le está haciendo?, ¿tanto miedo tiene a quedarse solo?, ¿y quedarse sin ella no es también quedarse solo? Se cierra la puerta del ascensor. Vuelve, como llamado. Abre la puerta, se acerca a la cama y le extiende de su mano una rosa a ella, que no es ella, sino más bien otra. Y ella que sabe muy bien que no es ella, porque se da cuenta en ese preciso instante y nada más a tiempo ni nada más justo que la verdad. Entonces ella, que ahora esta plenamente segura que no es ella, le dice:

Natalie Portman: - I don't love you any more.
Jude Law: - Since when?
NP: - Now, just now.
NP: - I don't want to lie. Here is the truth, it's over.
JL: - It doesn't matter. I love you. Nothing matters.
NP: - Too late.
NP: - I don't love you any more. Good bye. Here is the truth, so now you can hate me.


A veces me gustaría quedarme sin palabras, darme cuenta y quedarme sin palabras para explicártelo, para decírtelo y guardármelo, atesorar el momento, ponerme en marcha y seguir caminando.

domingo, 3 de febrero de 2008

Dadme! Oh, cavilante malevo,

por Valeria Tentoni

Dadme! Oh, cavilante malevo,
Tus salivales impúdicos,
Tus gestos sonoros y turbulentos.

¡Tu dentadura de hielo,
Tus susurros belísonos,
Tu mano exploradora!

Tu cuerpo extraño en este cuerpo,
Dadme el placer de tu dulce placebo.
Convídame acaso un trozo de tu eternidad,
Un simple relato añejo,
De cómo por entonces solías amar a otras.


¡Haz gemir a todos mis nervios!
¡Despójame de inciensos y perfumes,
Imprégnalo todo de sudor de tiento!

Hazme cruza de anacrónicas sirenas,
Con sedientas burbujas de mar.
Corrompe mi materialidad humana;
¡Hazme líquida!


Aduéñate de mis piernas,
Desármalas en colorido abanico,
Juega con ellas y sus articulaciones
Mientras el silencio se oscurece en un alarido.

Detente a mitad de camino
Y regocíjate en mi deseo:
Yo te doy permiso.


Reanuda los lazos,
Desparramando mis cabellos en tus sábanas de rocío.
Haz que el fuego desdibuje mi pubis caoba.
Que la velocidad arrase con los pudores.
¡Hazme viento!


Dadme la tibieza de ese roce intermitente
Arañando las entrañas desde la piel tus uñas.
Describe el camino a mi exilio
Con todas tus humedades.


Luego, tan sólo no me abandones.
Hazme niña, y acúname en tu hombría.
Aguarda a mi sueño como se espera al alba,
Con los ojos abiertos.
Mañana ya podrás devolverme al camino.


Todo esto,
Hombrecito,
No te lo ruego.
Tan sólo te lo ordeno.